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martes, 29 de enero de 2013

Una de Copas




Me encanta la Copa.

Todos los años estoy deseando que llegue febrero para escapar unos días de la vorágine laboral y sumergirme con mis amigos en un ambiente festivo de sano deporte.  Cada vez más adeptos se suman al plan y el que va por primera vez, repite. Vuelve fascinado con el espectáculo y con el espíritu de camaradería que se vive en torno al evento. Hemos tenido de todo, hasta uno que se apuntó pensando que venía a ver voleibol. Entre nosotros están representados la práctica totalidad de los equipos participantes. En mi primera comparecencia en Zaragoza, en uno de los partidos de semifinales se volvió uno de los espectadores y nos preguntó: pero vosotros ¿de qué equipo sois? Era difícil saberlo, pues cada uno animaba al suyo y aplaudía las buenas jugadas de todos. Para el que le guste el deporte de verdad, creo que no hay competición comparable.

Ya tenía ganas de volver a Vitoria. En las ciudades más recogidas -Vitoria, Málaga, Zaragoza- el aroma a baloncesto no escapa como en las grandes urbes. Se condensa y toda la localidad se empapa del evento. Pero Gasteiz se lleva la palma. En la actualidad, ningún otro sitio se identifica más con su equipo ni con su deporte. En cualquier bar, quiosco o comercio te hablan de basket y la gente se siente orgullosa de su club. Pasear o ir de pinchos (qué ricos) es un auténtico disfrute. La anterior edición alavesa glorificó al Joventud de Aíto y colocó en el camino del estrellato a Ricky Rubio y Rudy Fernández (32 puntos aquel día), con el mérito añadido de llevarse la final ante el Baskonia. Han pasado cinco años y volvemos al lugar de los hechos, a un pabellón remodelado, convertido en la envidia de Europa, y que será el teatro de los sueños de los equipos participantes y sus seguidores.

Como si se tratara de un clinic en el que se fuera a explicar un ejercicio en medio campo, el sorteo ha deparado un teórico lado fuerte, con los gallos de la competición, y un lado débil, con equipos con mucha hambre y ganas de algo sonado. Salvo sorpresa maña mayúscula, el domingo veremos a unos de los favoritos en la final. Pero ¿llegará tan tocado para entre tanta batalla perder la guerra? ¿Será el año de un tapado menos exigido en las eliminatorias? Veremos. En las próximas líneas me entretendré en explicar cómo llegan los equipos y recordaré alguna de las ediciones más exitosas de cada cual. 

sábado, 12 de enero de 2013

Óscar Schmidt, el tiro


Desde muy jovencito a Eric Clapton le apodaron “Mano lenta”. Con 17 años había pintadas por Londres que decían “Clapton is God”. Fundó The Cream y a pesar de sus devaneos con las drogas se convirtió en uno de los mejores guitarristas de la historia. Su “Layla”, dedicada a la entonces mujer de George Harrison, su conmovedora “Tears for heaven” en que homenajeaba a su hijo pequeño fallecido al caer desde un rascacielos en Nueva York, o su deliciosa versión acústica “Somewhere over the rainbow” del Mago de Oz, son una maravilla para los sentidos.

Maradona, amén de sus pecados fuera de los terrenos de juego que ejemplificaban todo lo que no debía ser un deportista, ganó un título mundial para Argentina rodeado de un grupo de jugadores de mediano nivel y, cojo, estuvo a punto de llevarse otro. Puso además en el mapa futbolístico a Nápoles.

Óscar Schmidt llevó el apelativo de “Mano Santa” durante toda su longeva carrera y demostró en el “País de la Bota” que el Sur también existe. Rivalizó desde Caserta con la Italia rica y poderosa representada por escuadras de Milán, Bolonia, Varese, Cantú o Pesaro. En Brasil, donde el fútbol es una religión fue de los pocos, junto a los automovilistas Ayrton Senna y Emerson Fitipaldi y al tenista “Guga” Kuerten, que logró desviar por momentos la atención del aficionado carioca a otras disciplinas deportivas distintas al fútbol. Retirado hace diez años, posiblemente ha sido el mejor tirador nacido fuera de Estados Unidos que haya pisado una cancha de baloncesto y ésta es su historia, la de las tres Tes: Talento, Trabajo y Tino.