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domingo, 11 de diciembre de 2016

Aquel All Star de Don Benito





Todo el mundo tiene alguna historia interesante que contar, pero en el caso de Julio una se distingue sobre las demás: organizó en su pueblo el All Star ACB del año 1985. El evento traía premio, el primer concurso de mates celebrado en suelo europeo. De ahí saldría un nuevo superhéroe con capa que en adelante acompañaría a la chavalería en sus carpetas de camino al instituto. David Russell, el ídolo de La Demencia, sembró fantasías voladoras y recogió cariño y admiración por todas las canchas de la geografía. 

La efemérides fue ofrecida, exportada y publicitada en directo por la única televisión de la época, TVE, en su primera cadena. El monocultivo mediático disparó la audiencia (ahora share) de la gesta (hoy, impensable, sería viral, trending topic o como convengamos denominarlo). Lo cierto, es que a la mañana siguiente, última del año, a los críos se les transparentaban los sueños y machacaban los envoltorios de los bocadillos en las papeleras de los parques, los camareros smachaban las propinas sobre los botes copados de calderilla de las barras y cualquier paisano supo que un hombre podía levitar, saltar a otro, aunque fuese un niño, en su viaje a la canasta. 

Hubo un antes y un después tras aquella maravilla para una generación de adolescentes. Así que conviene ascender al desván, revolver la hemeroteca y pararnos a rememorar aquel regalo de Navidad que llegó entre Papá Noel y los Reyes. 

sábado, 29 de octubre de 2016

Saras Jasikevicius, fuego báltico




Ganó 9 Ligas en 5 países diferentes, 4 Copas de Europa en 3 clubs distintos (caso único), un oro continental y un bronce olímpico con su selección, dos años en la NBA… y el dato definitivo: se casó con Miss Universo. Con algunos, a Dios se le fue la mano con el barro… ¿A quién no le gustaría reencarnarse en Sarunas Jasikevicus?

En Europa es un mito, una figura; en USA un simple mortal, un figurante. Aquí le veneramos con sus defectos, allí se los echaron en cara, le estigmatizaron y redujeron al papel de un mero tirador, como tantos otros. Pesadilla de aficionados y defensas rivales. Azote para los árbitros. Estandarte allá donde paró. Nunca dejaba frío. Fuego báltico en un país helador. Si Lituania siempre tuvo un rey (Arvidas Sabonis, el mayor talento que ha parido la Vieja Europa), dos príncipes le flanquearon Sarunas Marciulionis (que triunfó de pleno en la NBA) y Sarunas Jasikevicius (que acotó su dominio al Continente). En éste nos pararemos. 

domingo, 18 de septiembre de 2016

Mike Hansen, I love this game


De cuando se batía en duelo en los patios y canchas madrileñas frente a mi amigo Juanjo Ranea “el mejor jugador de Mini que he visto en mi vida”, según Mike, han pasado muchos inviernos, casi todos ligados al baloncesto. Se formó en las canteras de Canoe y Estudiantes, saltó el charco junto a su añorado Sergio Luyk, capitaneó la universidad donde cimentó un tal Shaquille O´Neal  su leyenda, rascó chapa (bronce) en el Europeo de Roma, pero quedó fuera de la lista definitiva de Díaz Miguel para los Juegos del 92 de Barcelona. Regresó a España, jugó en una riestra de equipos ACB y triunfó como expatriado en Alemania. Disfrutó siempre en todos los apeaderos de su extenso camino.
El niño que en las madrugadas de marzo ansiaba algún día jugar la NCAA cumplió su sueño. Ahora el adulto se ha liado la manta a la cabeza para embarcarse en otra aventura onírica y fascinante: devolver a Valladolid a la élite del basket. Así es Mike Hansen, otra historia de amor perenne con el baloncesto.

lunes, 8 de agosto de 2016

¡Qué nos quiten lo bailao!



Así concluía emocionado mi relato “La importancia de la C” tras la heroica semifinal del Europeo en aquel inolvidable septiembre francés en que “todos fuimos Pau”.

Bien, ya en el presente nos situamos ante nuestro “último baile” (que diría Phil Jackson) porque ellos como nosotros han perdido lozanía por el camino, han tintado sus cabellos de sus primeras canas y por sus rostros asoman tímidas ciertas arrugas. Cada estío los cuerpos llegan más resentidos, ya no duelen los pies, molestan hasta las zapatillas. Pero en verano nos han sacado de marcha puntuales. ¿Quién no ha soñado tener la cara sucia de Navarro para idear travesuras, la imaginación de Disney en el Chacho, la garra medieval de Llull cual personaje de Juego de Tronos, los huevos del corral de Felipón, la viveza infantil de Ricky, la pillería callejera de Rudy, el porte marcial de Calderón o la lectura extraterrestre de Pau?

O no conocen el miedo o por sus modos, comportamientos y ademanes jamás lo han demostrado. Con ellos, de no franquear la barrera de cuartos, pasamos a quedarnos a una cuarta de la gloria olímpica definitiva. De torcer el gesto, de desviar la mirada, de acogernos a excusas y exhibir complejos, hemos recorrido una larga vereda con espinas, que nos ha hecho grandes, ganadores, orgullosos, envidiados en todo el planeta. Todo el universo baloncestístico quería ser español y subirse a su banderín de enganche en el intento de derribar el muro NBA.

Aterrizamos en los Juegos con desgaste en las carrocerías, menor frescura (con la física en contra veremos si la química grupal nos saca de atolladeros), menos músculo, tonelaje e intimidación interior (sin Marc ni Ibaka), pero con la alegría pintada en los rostros, el ánimo subido y el compromiso firme. Disfrutaremos de un juego más prosaico que poético y el maestro Scariolo habrá de encontrar soluciones en el libro de su mesilla de noche para paliar flaquezas. Calzaros vuestras raídas Chuck Taylor, que estos chicos llaman a la puerta.

Hagamos un breve ejercicio de historia y repasemos los rivales que nos van a enfrentar. 

domingo, 17 de julio de 2016

Papá ¿por qué somos de los Sixers? Por Julius Erving, hijo



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Parece demostrado que Neil Amstrong fue el primer humano que pisó la luna. Cuentan también que no fue el primero que la tocó…

Cierta noche de agosto se cruzó una apuesta en un famoso parque neoyorquino. Nadie osaría posar un billete de 100 $ en la barriga de la estrella creciente. Julius aceptó el reto. Tomó carrerilla, dio dos largos, se suspendió eternamente en la atmósfera y recorrió todo el lomo del astro para dejar suavemente el billete en su canto. Los escépticos subrayan que sólo fue el sueño de una noche de verano de unos pocos locos que permanecían boquiabiertos bajo el eterno sonido del bote de un balón naranja, pero yo así lo creo. 

Ahora cualquier jugador junior te hace una entrada a canasta pasada con triple tirabuzón, ahora cualquiera visiona en Youtube a un tío que salta un coche antes de hundir el balón en el aro, pero hubo un tiempo muy lejano en que un chaval de pelo afro y manos enormes desdijo a Newton y quebró la Ley de la Gravedad sobre una cancha de baloncesto. Los cuerpos caen, decía el axioma, pero el de Julius Erving tardaba mucho, mucho, mucho en llegar al suelo. Es la leyenda del Doctor J. Sólo ganó un anillo en la NBA, pero pocos jugadores han influido tanto y a tantos en la historia del baloncesto. 

Pónganse cómodos, tomen sus pastillas contra el mareo y lean. 

domingo, 22 de mayo de 2016

Raúl López y la lámpara maravillosa





La proclama de Charly Sainz se antoja el eslogan de una cerveza 0.0: “Sin lesiones y sin Pau Gasol, hubiera sido el mejor jugador de la historia del baloncesto español”. Las palabras de Sergio Scariolo suenan a declaración de amor de las de antes, a rendición en toda regla: “Han pasado 16 años desde que entrevisté a un niño de 19 para llevarlo a mi equipo, y sigo pensando lo mismo… que era el mejor”.

Hablamos del genio de la lámpara maravillosa, del faro que de inicio alumbró a una generación irrepetible, del base puro más completo y clarividente que haya dado nuestro basket. Hablamos de un alquimista de sueños, de exquisito caviar para los más exigentes paladares. Hablamos de talento puro, sin cortar. Hablamos de un perfume embriagador, mimético que durante casi dos décadas ha atraído por igual a entrenadores exigentes, compañeros hechizados y aficionados enamorados. Oro molido a granel. Hablamos de Raúl López. Pidan tres deseos, cierren los ojos y hablemos pues. 

jueves, 31 de marzo de 2016

Chapu Nocioni, corazón de león



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Finales de septiembre de 2014. Supercopa de Vitoria. El Madrid se alza con el primer título de la temporada frente al Barsa. La periodista de TVE pide paso a pié de pista. “Enhorabuena, venir al Madrid y ganar”. “Contento, pero yo he venido para ganar la Euroliga” (primera declaración de intenciones sin tapujos). “Mi rol en este equipo es diferente. El que se tiene que adaptar soy yo”, continua con modestia. Las palabras no suenan huecas, las pronuncia un campeón olímpico, un subcampeón mundial con larga andadura en la NBA. 

No se esconde, no da un paso atrás, jamás duda, identifica el objetivo. Auténtico, descarnado, frontal. “Valía la pena discutir con él, aunque sólo fuera por los abrazos del oso que luego te daba” (Sanchón, uno de sus anclas en Gasteiz).

Si le ponen una falda a cuadros y un hacha da en papel protagonista de Braveheart. Si le colocan en medio de la selva y ruge, acojona a un león. Ningún Papa le encargaría pintar la Capilla Sixtina, pero todos le llamarían para la defensa del Estado Pontificio. Es un mito en su país, un Dios en Vitoria, un icono en Madrid. Es, el “Chapu” Nocioni, sin conservantes ni colorantes. Irremplazable. 

sábado, 13 de febrero de 2016

John Pinone, un americano diferente






¡Cómo hemos cambiado!, cantaba Presuntos Implicados. En tres décadas (que son más de una y más de dos) todos hemos ganado (peso), perdido (pelo), aclarado (la frente y con suerte las ideas) y asomado a la madurez (las arrugas, como el algodón, no engañan). Apenas se venden periódicos (bendito papel) porque todo está en la red. El basket ha abierto fronteras y los equipos forman un crisol de nacionalidades. 

El chavalito con la bufanda azul a dos tonos al que su padre le cuenta que hace 30 años Estudiantes pasó de animador de la Liga a serio aspirante al título, dudara de su progenitor. Cuando éste prosiga con la cantinela de que tenían a dos de los mejores extranjeros (cuando sólo se admitían dos y eran mayoritariamente norteamericanos) de la ACB, pensará que ha perdido la chaveta. 

La historia viene de largo (pero es cierta). David Russell primero, y Ricky Winslow después, constituyeron junto a John Pinone, una de de las mejores parejas de foráneos de la época. Y a su alrededor, magnetizados, crecieron exponencialmente un montón de jóvenes talentosos, descreídos y descarados que llevaron al club del Ramiro a su Edad de Oro. 

Si Russell parecía siempre preparado, impecable, para ir de cóctel a un selecto club gourmet; Pinone se acercaba más al paisano que campaba a gusto de aperitivo con sus colegas. Si David era el divo de los adolescentes, el poster de sus carpetas; John se erigía en el centro de las tertulias de los mayores, llenaba de orgullo el corazón de los aficionados de siempre. El elegante moreno apenas hablaba castellano, el blanco en meses ya chapurreaba la lengua de Cervantes. El alero irradiaba brillo, el poste desprendía alma. La exuberancia versus la parquedad.

Cuando Magariños tiene ahora más de hotel con spa que de antiguo casino de capital de provincia donde se congregaban los parroquianos entre humaredas de tabaco para disfrutar/sufrir de una tarde de baloncesto “con encanto”, regresamos a la “Era del Oso” de la mano/zarpa del gran John Pinone. Subimos al desván para desempolvar sus hazañas.