Hace unos años,
saliendo de un partido de Copa en Vitoria, nos cruzamos con un gran entrenador
y excelente comentarista televisivo. Mi amigo Paco (antiguo jugador profesional
de baloncesto) frunció el ceño. No le había gustado un artículo del excelso
analista en que infravaloraba la figura del jugador español medio. No sé el
motivo, pero tras la victoria de la selección española en Italia el viernes, me
vino a la cabeza la situación.
Las ventanas han
abierto de par en par el paso al jugador español que ni está en la NBA ni
disputa la Euroliga, a la vez que ha quitado la venda a mucho incrédulo. El
disloque del calendario, la guerra abierta entre FIBA y Euroliga ha traído una
consecuencia impensable: la llegada a la élite de la clase media del baloncesto
español.
Ya no tenemos
títulos nobiliarios en nuestro basket. Se estudiarán en los libros de historia
el marquesado de los Gasol, el ducado de Calderón, el condado de Navarro o el
reinado de Felipe (Reyes, claro). Eso es pasado y después de la Edad de Oro se
atisbaban etapas difíciles, de carestía (malos tiempos para la lírica).
Pero el hecho
palpable (palpémonos bien que es verdad) viene a ser que España es vigente
campeona del Mundo y de Europa, deletreando la palabra E-Q-U-I-P-O como ninguna
otra selección. Si en China nos pudimos asir a la labor grupal y al ingente
talento de dos cracks (Ricky y Marc), en el último torneo continental, sin una
estrella aparente que guiase el camino, el druida Scariolo frotó la lámpara,
espoleó los egos e hizo saltar las baterías de los portátiles con tanto
scouting.
Las ventanas han
puesto en el foco al jugador español medio y los chicos han respondido con
gallardía, compromiso, conocimiento y talento. Reivindicando minutos y papeles
en más películas, aunque sea como actores de reparto. Me pone malo el tema de
los cupos y cómo los clubs se agarran a subterfugios para obtenerlos.
No son los más
altos, no son los más fuertes, pero hasta que se demuestre lo contrario, nadie
compite como ellos ni tiene su lectura de juego.
Italia tiró de
jugadores de Euroliga para cerrar su clasificación mundialista. Scariolo llegó
al lugar donde le vio nacer como entrenador, Pesaro, fiel a sus principios, con
los chavales que había elegido para toda la concentración y no le defraudaron,
amarrados a su estudiado plan de juego. Dominaron casi todo el partido, aguantaron
las embestidas “azzuris” en un partido muy físico en medio de un ambiente
magnífico y solventaron la contienda en la prórroga. Auténticos gladiadores
dirigidos por un gran “César”.
Así que me es
muy difícil explicar, con los números en la mano, por qué no juegan más
nuestros chicos, por qué continuamente se traen a jugadores extranjeros que
ocupan sus plazas. Los nuestros no son ni medianos ni mediocres, han hecho
trizas las ventanas y por si fuera poco las camadas de cantera que vienen
detrás no se han bajado del podio en todo el verano.
¿A qué esperamos
para ponerlos? Paso a paso, sin volvernos locos, sin hacer creer a Aday Mara
que ya está en el draft, sin ver en Almansa a Felipe Reyes. Cada jugador es
único e irrepetible y tiene su tiempo de cocción y su propio camino (o es que
chicos como Miquel Salvó o Eric Vila no han demostrado que la LEB existe y que
puede ser tan buen caladero como cualquier liga europea). Sólo hay que
cuidarlos, rodearlos bien (no pretendamos que nos solucionen los partidos), darles
confianza, dejar que se equivoquen, corregirlos y exigirlos. Y, sobre todo, disfrutar
de ellos, aficionados (o es que pensamos que no se van a identificar más con
ellos), entrenadores y dirigentes. Y que se diviertan, que nos lo pasaremos
bien todos.
Como son
educados, ya no quieren entrar por la ventana y están llamando a la puerta ¿quién
no les abre?
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