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miércoles, 23 de diciembre de 2020

Un cuento de Navidad (de baloncesto claro)

 




Con las luces del alba irrumpieron los gritos: “¡Despertad, despertad, han llegado! Os lo dije que este año también venían. Que los Reyes son Magos y pueden con la pandemia y con todo”. Los alaridos del chaval habían despertado a padres y abuelos. Profanado el sagrado mandato, en cuanto percibió los primeros rayos de luz había abierto con sigilo la puerta del salón, asomado cauteloso el cogote y atisbado una pila de regalos alrededor del árbol. A partir de ahí, había salido en estampida hacia las habitaciones de los mayores recorriendo el largo pasillo de la casa de los abuelos, que tanto le gustaba.

La noche se le había hecho larga, en eterno duermevela. Sólo canastas imaginarias, vuelos imposibles y fantásticas asistencias, habían conseguido doblegar la vigilia a ratos. Se había acostado como cada noche víspera de Reyes excitado, sobresaltado, por la anhelada llegada de los Magos.

domingo, 4 de octubre de 2020

La Segunda Oportunidad

 





Nadie nace sabiendo… Hay que formarse… El secreto está en la base… Estudia, trabaja… Persigue tus sueños, no dejes que nadie los cumpla por ti…

No llegó a saber si se pasó de listo o pecó de tonto. Quizá se saltó pasos, quizá le pudo la ambición y pisó terrenos desconocidos y peligrosos. Se subió a un tren en marcha y descarriló. Ahora volvía al apeadero de salida con la maleta vacía llena de renovadas ilusiones.



domingo, 2 de agosto de 2020

Carlos Jiménez, el Gran Capitán



Carlos Jiménez: “Por resultados, España debería ser cabeza de ...

Hace bien poco, su nombre tituló secciones de deportes y su rostro cerró telediarios. Esta vez no se trataba de un campeonato, de colgarse otra medalla. No. Desde la normalidad, sin estridencias, “sólo” anunciaba que se hacía a un lado, abandonaba su vinculación con el deporte. Dejaba de ser director deportivo de Unicaja Málaga para dedicarse al cuidado de sus hijos. Lo explicaba sin darse importancia, pensando en plural (nada diferente a lo que en su trayectoria nos acostumbró): “Somos una familia. Mi mujer lleva 20 años sacrificándose, dedicada a mi y a mis hijos. Ya la toca. Es hora de que ella se desarrolle profesionalmente y aproveche su oportunidad”.

No lo dice un cualquiera. Detrás asoma un campeón mundial, un subcampeón olímpico y europeo. No es poca cosa, pero él no le concede significación especial al hecho, lo ve de manera natural. Siempre huyó de protagonismos y orilló egos en su carrera y en su vida diaria. Su apariencia confirma el talante de buen chico y niega el del tenaz competidor que se convirtió, sin buscarlo, en el capitán de la mejor selección española que vieron los tiempos. “No era de hablar mucho. No le hacía falta. Pero cuando tomaba la palabra, todo el mundo lo escuchaba” (Pepu Hernández).

Hoy toca historia grande, incluso a su pesar. La del Gran Capitán (como Gonzalo Fernández de Córdoba), la de un tipo extraordinario de apellidos comunes: Carlos Jiménez Sánchez.

 


sábado, 2 de mayo de 2020

Adiós al bicho




A Pedro no le gustaba su pueblo, aunque todo el mundo dijese que era precioso.

Era tan pequeño que no había colegio y todos los días tenía que recorrer unos kilómetros para asistir a clase. Disfrutaba del paseo, pero las mañanas de lluvia su padre le acercaba en coche. Apenas había niños con los que jugar y muchas horas las pasaba sólo, entre chapas, canicas y pelotas. Radiaba sus partidos y carreras a la vez que desgastaba rodilleras. Lo que sí abundaban eran las cuestas. Es más, todo era una subida que parecía no acabar nunca. Jamás se plantearon colocar una portería de fútbol o una canasta. No había un llano en el que ponerlas. Todo miraba hacia arriba.
Los fines de semanas se llenaba de turistas que abarrotaban las estrechas veredas, alababan los techos de pizarra y admiraban la oscura iglesia. Pedro lo entendía menos todavía cuando su abuelo ensalzaba las bondades de las piedras, calles y monumentos. Era Patrimonio de la Humanidad, remataba el viejo, sin que su nieto alcanzara a comprender el alcance de la frase. A él, le parecía un soberano rollo.

martes, 25 de febrero de 2020

Los Sagi-Vela, una saga de Baloncesto







SAGI-VELA. Es pronunciar el apellido y asociar y separar las sílabas: BA LON CES TO. Te imaginas un aro del que cuelgan unas redes desvencijadas, te llega el sonido lejano de un balón botando, huele a linimiento, a sudor, sientes el relente de la Nevera o el Magariños y haces hambre para el aperitivo en la mañana del domingo cerca del Palacio de los Deportes. Cinco Sentidos (como mi restaurante de referencia en “el Foro”) te conducen a una canasta.
Nos trasladaremos al Madrid guapo, en pleno Viso. Partiremos en el histórico colegio Maravillas, rodearemos la “Plaza de los Delfines” (en realidad es la de la República Argentina, pero no la conocen por tal ni los taxistas) y nos abrigaremos para entrar en territorio estudiantil, allá donde “residieron” las musas de Lorca o Dalí. Andando el tiempo, rescataremos un deporte amateur de otra época, de cemento, intemperie y tableros de madera. Abriremos el frigorífico de La Nevera y pisaremos alguna tabla hueca del Magariños. Sí, hoy España es nuevamente Campeona del Mundo y han pasado algunos años desde que el alquimista Pepu Hernández pronunciara las sílabas mágicas. El doble milagro exhorta a los brillantísimos protagonistas actuales, pero al deslumbrante edificio le cimentaron sus primeras piedras, hace más de medio siglo, animosos jugadores de talento que tenían y veían en su deporte más una maravillosa diversión que una profesión.
Para los que ya peinamos canas sólo contextualizamos el rimbombante apellido alrededor de unos aros y una pelota. La estirpe tiene su historia y habrá que contarla.