Por entonces vivía en A Coruña. Adoro esa ciudad mecida por el viento y bañada por el encanto de sus gentes. Allí nadie se siente extranjero. Mi hermano David me visitaba por primera vez. Como todos los fines de semana nuestra parada en Casa Jesusa era obligada. El viernes nos acompañó mi amigo Manolo y mientras David y yo nos poníamos al día, él despachaba los percebes como si fueran pipas. Cuando nos quisimos dar cuenta su montón de desperdicios era como el doble de grande que el de nosotros dos junto.
Para nuestra segunda velada Manolo nos dio cuartelillo y se debió incorporar al copeo, así que los Bravo repetimos garito. Jamás pedí nada allí. Sabino nos ponía lo que Dios le daba a entender y entre vaciles siempre le regateábamos la cuenta, dijese el precio que fuese. Que si eres un cabrón, que si te quieres montar otro bar a nuestra costa, que si nos metes el sablazo que no te atreves con los forasteros… Y así siempre. Y siempre retocaba la nota a la baja. Era nuestro santuario de risas y confidencias.
Con el correr de la cena, el gran Sabino (como acostumbraba) se sentó a la mesa. Hablábamos de baloncesto (qué raro) y, como no se podía estar callado ni debajo del agua, metió baza en la conversación:
- El que era bueno, era ese negro alto de la NBA – suelta el artista de repente.
- Pues Sabi, como no nos des más pistas…
- Si hombre uno muy alto que ha ganado un montón de campeonatos.
- Joder Sabino, o afinas más o así es imposible.
Empezamos a lanzar nombres, pero no dábamos con el tío en cuestión. La siguiente pista nos terminó por descolocar:
- Si hombre uno que era marroquí.
David y yo nos miramos ojipláticos.
- ¿Marroquí? – casi gritamos al unísono.
Traté de reconducir la charla porque aquello desvariaba.
- Vamos a ver Sabi que llevamos un huevo de años siguiendo la NBA y el baloncesto ni te cuento. Y marroquís ha habido atletas de medio fondo de los buenos a porrillo, pero jugadores de baloncesto ninguno.
Y él dale que dale.
- Si hombre si es conocidísimo, si hasta hizo una película que te meabas de la risa.
- ¿Una película?
Igual nos dejó, hasta que pasados unos segundos al tabernero de Valle-Inclán se le iluminó una luz de bohemia.
- Si un tal Kareem Abdul… no sé qué.
David y yo nos miramos y estallamos en risas. Nos tronchamos, llorábamos a lágrima viva. Cada vez que nuestras miradas se cruzaban, vuelta al descojone. Las carcajadas se oían en María Pita. No sé el tiempo que nos tiramos sin parar de reir. Hubo algún paseante que se detuvo pensando, “vaya curda llevan éstos”.
El paisano se fue a por más viandas y no se le ocurrió otra cosa cuando apareció que decir: “Pues yo no le veo la gracia”… Nos remató. Qué personaje Sabino (un día tenía las maletas a los pies de la barra, pues la parienta lo había puesto en la calle), casi tan grande como el Capitán Murdock de “Aterriza como puedas”, el creador del Skyhook, el otrora Lew Alcindor, el incomparable Kareem Abdul Jabbar.