domingo, 14 de diciembre de 2014

Carlos García Ribas, Pasión por el Baloncesto

Con toda seguridad al ciudadano medio que hoy bandea la crisis no le diga nada el nombre. Al aficionado al baloncesto de nuestros días igual le suena de algo, pero habría de peinar ya canas y llevar inoculado el veneno del basket desde siempre para conocerlo. Y sin embargo, Carlos apuntaba alto en la cantera del Real Madrid, fue testigo directo desde el banquillo del alunizaje céltico en Madrid, se comió el marrón del final de la “Liga de Petrovic” y abanderó todos los equipos de EBA y Primera División en lo que participó. Nadie le ganó a una cosa: su pasión por el baloncesto. En los tiempos del “Basket Lover” no busquen más, no hubo mayor amante del deporte de la canasta. Es imposible. Y tiene una historia que merece ser contada. Pasen y lean.


sábado, 15 de noviembre de 2014

Bird-Magic, el inicio de la rivalidad


Él no lo recordará, pero yo evoco el momento nítido. Un buen día de finales de los 70 apareció por casa mi primo Pablito. Venía de Nueva York, a dónde había marchado con su amigo Pipe para buscarse la vida. Siempre espléndido y de verbo fácil, mientras nos contaba las bondades y desventuras de la gran ciudad, inició la ceremonia de reparto de regalos. Mi obsequio le pudo parecer nimio, no sé la cara que puse, pero me abrió un nuevo mundo. Enterado de mis primeros encestes en el colegio (Claret, claro), me trajo una revista de baloncesto norteamericana. La portada me cautivó: dos jugadores noveles, uno blanco y otro negro, posaban sonrientes. Mi primo, avezado consumidor de deporte, se explicaba “Dice la prensa que estos dos tíos van a cambiar la historia del baloncesto. A uno le auguran el reinado con los más grandes, los Celtics. El otro juega de base con 2,06 metros de estatura, le llaman Magic por las cosas que hace con el balón y comparte equipo en los Lakers con el gran Kareem Abdul Jabbar”. Con 10 años nunca había oído hablar del trío de marras, ni tampoco de un chico jamaicano con tremendo porvenir como center sobre el que también se detenía la publicación, Pat Ewing. Creí que exageraba: un base con la altura de un pivot…, un blanco que dominaría un mundo copado por los negros…, pero no se equivocó.

domingo, 5 de octubre de 2014

viernes, 26 de septiembre de 2014

El mejor jugador de la NBA era marroquí ¿o no?

Por entonces vivía en A Coruña. Adoro esa ciudad mecida por el viento y bañada por el encanto de sus gentes. Allí nadie se siente extranjero. Mi hermano David me visitaba por primera vez. Como todos los fines de semana nuestra parada en Casa Jesusa era obligada. El viernes nos acompañó mi amigo Manolo y mientras David y yo nos poníamos al día, él despachaba los percebes como si fueran pipas. Cuando nos quisimos dar cuenta su montón de desperdicios era como el doble de grande que el de nosotros dos junto. 

Para nuestra segunda velada Manolo nos dio cuartelillo y se debió incorporar al copeo, así que los Bravo repetimos garito. Jamás pedí nada allí. Sabino nos ponía lo que Dios le daba a entender y entre vaciles siempre le regateábamos la cuenta, dijese el precio que fuese. Que si eres un cabrón, que si te quieres montar otro bar a nuestra costa, que si nos metes el sablazo que no te atreves con los forasteros… Y así siempre. Y siempre retocaba la nota a la baja. Era nuestro santuario de risas y confidencias.

Con el correr de la cena, el gran Sabino (como acostumbraba) se sentó a la mesa. Hablábamos de baloncesto (qué raro) y, como no se podía estar callado ni debajo del agua, metió baza en la conversación: 

- El que era bueno, era ese negro alto de la NBA – suelta el artista de repente. 
- Pues Sabi, como no nos des más pistas…
- Si hombre uno muy alto que ha ganado un montón de campeonatos. 
- Joder Sabino, o afinas más o así es imposible.

Empezamos a lanzar nombres, pero no dábamos con el tío en cuestión. La siguiente pista nos terminó por descolocar:

- Si hombre uno que era marroquí.

David y yo nos miramos ojipláticos.

- ¿Marroquí? – casi gritamos al unísono.

Traté de reconducir la charla porque aquello desvariaba.

- Vamos a ver Sabi que llevamos un huevo de años siguiendo la NBA y el baloncesto ni te cuento. Y marroquís ha habido atletas de medio fondo de los buenos a porrillo, pero jugadores de baloncesto ninguno.

Y él dale que dale.

- Si hombre si es conocidísimo, si hasta hizo una película que te meabas de la risa
- ¿Una película? 

Igual nos dejó, hasta que pasados unos segundos al tabernero de Valle-Inclán se le iluminó una luz de bohemia.

- Si un tal Kareem Abdul… no sé qué.

David y yo nos miramos y estallamos en risas. Nos tronchamos, llorábamos a lágrima viva. Cada vez que nuestras miradas se cruzaban, vuelta al descojone. Las carcajadas se oían en María Pita. No sé el tiempo que nos tiramos sin parar de reir. Hubo algún paseante que se detuvo pensando, “vaya curda llevan éstos”. 

El paisano se fue a por más viandas y no se le ocurrió otra cosa cuando apareció que decir: “Pues yo no le veo la gracia”… Nos remató. Qué personaje Sabino (un día tenía las maletas a los pies de la barra, pues la parienta lo había puesto en la calle), casi tan grande como el Capitán Murdock de “Aterriza como puedas”, el creador del Skyhook, el otrora Lew Alcindor, el incomparable Kareem Abdul Jabbar. 




jueves, 28 de agosto de 2014

Joan Creus y el milagro de Manresa


Concluyó el curso en junio con la final entre los grandes y se repartieron las notas. Al Madrid se le hizo bola la temporada. Hasta marzo, paseó su juego atractivo y desenfadado por Europa y colmó de “highlights” a sus seguidores. Aparecieron las lesiones y desde arriba se racaneó: no puso ni tiritas con interinos y los jugadores de peso llegaron con el depósito justo al desenlace de la obra. Del varapalo macabeo en Milán no llegó a restablecerse. El Barsa en cambio, tras la bofetada continental, tomó cierto aire y distancia. Marcelhino salvó el culo a Pascual (dando la razón a los que consideran las rotaciones un cuento chino) en Valencia y Navarro (qué crack, Juan Carlos devolvió la pala a los que ya le estaban enterrando) y Tomic (el mayor talento interior que pulula por Europa) tiraron de galones. El Barsa demostró y se demostró que podía con los blancos en una batalla de igual a igual, aparcando el sopor que, en ocasiones, prensa y afición le echaban en cara. A su solidez defensiva y fortaleza en la pintura añadió alegría, desparpajo y un excelso acierto exterior. El “matraco” Margall siempre ha considerado que el secreto del tiro está en las piernas y ahí pudo residir una de las muchas claves del triunfo catalán. Más allá de consideraciones tácticas, al final hay que meterla y arribaron más frescos y anotaron con más fluidez y puntería que el Madrid, que ya en sus eliminatorias previas había dejado entrever que atrás no se manejaba como en los meses precedentes. Justísimo campeón. Muy grandes, tanto que en lo más alto del cajón sólo cabe uno. 

La “justicia poética” del resultado devolvió la sonrisa a Pascual, al que su currículum plagado de títulos debería servir como escudo frente a los ataques que de continuo ponen en tela de juicio su labor. Al alabado Laso ahora le ningunean desde la planta noble de Concha Espina. Alucino. Si algunas de las decisiones o lecturas de partido del vitoriano pueden ser cuestionables, ningún entrenador desde Lolo Sainz (y han pasado unos cuántos) ha dado tanto a una sección histórica que se ha visto relegada durante años. Los aficionados merengues han vuelto en masa al Palacio, se han triplicado el número de abonos y, sobre todo, se han identificado con su equipo y su manera de jugar. Vamos, que se lo han pasado bomba. Que el Madrid ha rescatado sus señas de identidad es una evidencia. Que la gente se ha plantado en Goya como el que va al Parque de Atracciones, salta a la vista. Eso, independientemente de los trofeos que se alcancen (que nadie te los garantiza) debería cobrar una importancia capital. De momento, parece que Pablo se salva de milagro de la quema. Allá los dirigentes y sus decisiones. Los que saben de esto en el club le han defendido a capa y espada. Que la tropa se le ha soliviantado, denle mando en plaza y se acaban los caprichos y las bromas. Por ahora, el Barsa, como casi siempre, parece cobrar ventaja de cara al año venidero: las contrataciones de Satoranski, Doellman y Pleiss suenan mejor que los refuerzos blancos, aunque el “Chapu” Noccioni dará un plus de intensidad que los blancos agradecerán. Veremos. 

Al final me he liado con una reflexión sobre el presente, pero lo que quería rememorar era la historia de la mayor sorpresa que ha dado la Liga en su historia, la del Manresa y el maravilloso Joan “Chichi” Creus. Ahí va. Démosle a la máquina del tiempo.

martes, 10 de junio de 2014

El caballero Mirza Delibasic



En ocasiones no hace falta ser el que más puntos mete o el que más rebotes atrapa para marcar diferencias, ni siquiera ser nominado mejor jugador para permanecer durante años en el imaginario de la gente. Muchos extranjeros han vestido la casaca blanca del Real Madrid (Petrovic y Sabonis fueron en mi opinión los más estelares), pero ninguno (no consideremos a Brabender y a Luyk que son tan nuestros como la siesta o el aperitivo) dejó la impronta y el recuerdo de un enjuto jugador bosnio de principios de los 80. En sólo dos años se ganó el corazón y el reconocimiento de un vestuario de alcurnia y la más profunda admiración de un público abducido por un tiro de postal y unos pases oníricos.

Lunes de Semana Santa de 2014. Aprovecho la mañana y me acerco a la Biblioteca deL ESPACIO 2014 FEB para preparar nuevos relatos. Entra una persona conocida, charla un rato con Carlos, me saluda y me pregunta cortésmente qué estoy haciendo. Se lo explico, me alegra que conozca el blog y me dice que muy bien, que a seguir y se marcha. Al rato regresa requiriendo a Carlos que ha salido, así que me suelta:

- ¿En qué estás ahora?
- Con varios temas a la vez, pero estoy recabando información para hacer uno de un amigo tuyo que me apetece mucho - respondo con timidez. 
- ¿Amigo mío? - prosigue picado por la curiosidad. 
- Sí, Mirza Delibasic.

Abre los ojos como platos, resopla y deposita su enorme humanidad en una silla que se acerca.

- ¡Uff! La polla, la polla. Mirza era la polla, vocifera emocionado. Fue un antes y un después. He jugado con muchos, pero sólo pongo a Sabonis a su nivel. Y como tío era extraordinario

Ya pierdo la vergüenza y le pido al baloncestista español más grande que ha jugado en el Madrid (y hasta ahí puedo leer) que me cuente alguna cosa del monstruo. ¿Alguna? No paró, enlazaba anécdotas entre divertido y nostálgico. A la hora, ya me dijo:

- Macho, me voy que te estoy interrumpiendo y no te dejo que sigas con lo tuyo


Me despedí agradecido por la charla. Dimos vueltas alrededor del baloncesto de antes y el actual y, sin arreglar el mundo, pasamos un rato cojonudo. 

Me doy un capricho y rescato la historia de uno de mis ídolos (y el de muchos) de adolescencia, la de uno de los jugadores más distinguidos que haya dado nunca el continente europeo. ¿Se puede ser el más añorado habiendo ganado únicamente una Liga y un Mundial de Clubs en un equipo del bagaje del Madrid? Sí. Si te llamas Mirza Delibasic.

sábado, 24 de mayo de 2014

El viaje de los Telerín




Este año los Telerín no se van de vacaciones. La pasta no les llega. En septiembre lo hablaron: “O seguimos al equipo hasta donde llegue o vamos a la playa, pero todo no puede ser”. Y hubo quórum. Puestos a elegir ganó el baloncesto 4 a 0.


martes, 15 de abril de 2014

La Penya y la Liga de Moka Slavnic

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Llevaba tiempo queriéndole hincar el diente a la Penya. El bressol (la cuna) del básquet siempre me había seducido y sentía la extraña sensación del que tiene una deuda sin pagar. Me cautivaron sus uniformes, ese verde con la raya en medio siempre daba bien. Su juego alegre, desenvuelto, innegociable me llamaba la atención y su inagotable cantera nunca dejó de producir talentos, jugadores creativos (Villacampa, Montero, Raúl López), listos (Ricky Rubio), finos estilistas (José María Margall), cerebrales (Rafa Jofresa), físicos (su hermano Tomás), totales (Rudy, Mumbrú) o legendarios (Alfonso Martínez, Enrique Margall, Buscató) a los que entrenadores de la talla de Broto, Kucharski, Serra, Manel Comas, Aíto, Nolis, Julbe, Pedro Martínez, Lolo Sainz, Obradovic o Salva Maldonado un día les pusieron a jugar y allí se quedaron.

Lo “fácil” hubiera sido rascar en el contexto del vigésimo aniversario de la primera y única Copa de Europa que el Joventut guarda en sus vitrinas, pero como el tema estaría muy trillado me impuse un reto más complicado. Hacía meses, desde mi relato “Los Balcanes y el Negro”, que no escribía sobre mi admirada Yugoslavia, así que decidí repasar someramente la historia del Joventut y vertebrar un relato que uniera los dos mundos, el plavi y el verdinegro, que tuviera como colofón a un genio inaprensible e indescifrable, Moka Slavnic, que un día aterrizó para ganar la Liga.

domingo, 9 de marzo de 2014

Chicho y Epi ¡vaya dúo!


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Reza la leyenda que al gran Lolo Sainz le aparecieron las primeras canas con los quebraderos de cabeza que le dieron la pareja de marras. Esta es la historia de éxito de dos jugadores complementarios, de dos personalidades contrapuestas que convergieron en un tiempo y un lugar para cambiar la historia de nuestro deporte. Es el testimonio de que el camino hacia la élite está abierto al talento y al sacrificio diario. Iniciamos el viaje mediático al boom del basket español de los 80 de la mano (qué mano) de dos personajes fundamentales que cambiaron tendencia, que tiñeron de azulgrana un cuadro hasta entonces blanco inmaculado. Viajaron por las mejores autovías del mundo; uno pagaba a diario el peaje a toca teja a través de un esfuerzo ímprobo, el otro tenía el crédito de su ingente destreza. Uno se hizo, el otro nació jugador de baloncesto.

sábado, 25 de enero de 2014

El vuelo de Nate Davis


El día de Navidad Canal+ nos trajo un regalo muy particular. A los de una determinada edad nos transportó a los albores del baloncesto moderno, a los inicios de la ACB, y nos devolvió a uno de sus ídolos; a los más jóvenes les presentó a una leyenda de este deporte en nuestro país. A todos, nos situó ante una historia verdadera, tan dura como real, tan brillante como estremecedora, la de una estrella en las canchas al que un día la vida le dio la espalda. Impactado, emocionado y eternamente agradecido por el maravilloso documental de Informe Robinson, como “yo también vi jugar a Nate Davis” pero me faltaron agallas en noviembre  para coger el coche y plantarme en Ferrol, decidí husmear un poco en aquellos maravillosos años porque el niño que fui no olvida. Y esto es lo que he encontrado. Espero que les guste.