lunes, 19 de septiembre de 2022

El eterno milagro del baloncesto español

 






Año 2022 después de Cristo y la selección española de baloncesto sigue ganando medallas.

Lo de este torneo y este verano parece una fantasía, pero el hecho real y palpable es que, transcurrida la Edad de Oro de los Gasoles, Navarro, Calderón, Reyes, Raúl, etc…, España sigue en lo más alto. De aquella fabulosa hornada sólo queda un viejo gladiador castigado, magullado. Un Rudy Fernández alejado de exhibiciones anotadoras, pero que sigue encerando parqués en busca de balones imposibles, limpiando carteras a los aleros más afamados del continente y enchufando triples imposibles desde el parking del pabellón. Nadie ganó tanto con la selección, nadie quiere seguir ganando como él. Si su cuerpo emite alarmantes señales de debilidad, su voracidad competitiva permanece intacta.

Otro dato pendiente de confirmación es el lugar de nacimiento del señor Scariolo, Don Sergio. Parece que le alumbraron en Brescia, pero no en Italia como hasta ahora se pensaba, sino en una de las calles que empiezan por B del madrileño barrio del Parque de las Avenidas de Madrid. En cualquier caso, al engominado técnico (las primeras canas ya le salieron entre nosotros), nadie le discute sus habilidades. Que su coqueta imagen no distraiga al personal de su verdadero ser: es un currante brutal que trabaja y hace trabajar a sus ayudantes hasta la extenuación. La preparación de los partidos, su desarrollo y margen de maniobra no son fruto de la casualidad. Hay mucho bagaje táctico detrás. Si antes miraba los campeonatos de atrás a adelante, calcando las Bodas de Caná al dejar el mejor vino para el final, en este Europeo ha tenido que remangarse desde el principio y multiplicar panes y peces. Nos quitamos el sombrero con la asignación de roles (tan importantes en el deporte moderno), las rotaciones y la riqueza y oportunidad de las variantes tácticas y el intervencionismo puntual durante los encuentros. Alucinante.

La pareja Hernangómez Geuer debe estar muy orgullosa de sus cachorros. Ahora la familia colecciona MVPs. A Willy se le caen los puntos de los bolsillos. Si atrás se le atisban huecos, en ataque es una mina, con una buena cantidad de movimientos en las proximidades del aro, clarividencia y determinación en las continuaciones (nunca baja el balón y gana tiempo), buen toque y seguridad desde la línea de personal. Tener un referente interior además conquista espacios para los tiradores. Juancho es un todocampista, versátil y duro. Imprescindible en defensa y el rebote, ha asumido tiros cuando queman. Y como buen actor nos tenía pelín engañados dejando su mejor actuación para la final. De Óscar.

A Lorenzo Brown apenas le había visto jugar. Me ha sorprendido su integración, su tranquilidad, su capacidad de dirección y su facilidad y personalidad a la hora de anotar. Aunque estoy absolutamente en contra de su nacionalización express independientemente del resultado alcanzado. Ha obrado como un pedazo profesional, superando polémicas e incluso expectativas.

Me paro y me descubro con Alberto Díaz. No entendí cuando le cortaron y aplaudí su nueva llamada. Otro hubiera llegado de mala gana. Él no. Todo buen equipo debería contener un Alberto Díaz, por su comportamiento irreprochable, por el mimetismo que transmite su coraje y su defensa y por su inteligencia (hace muy bien lo que sabe hacer y se permite pocas aventuras). Y además toma tiros cuando debe. Un ídolo anónimo hasta ahora, que en la temporada venidera será ovacionado en todas las canchas, Y si no, al tiempo.

Garuba llegó justo de preparación, con un tobillo tocado y un año de incertidumbre, pero su fiereza atrás y su instinto para el pase y el rebote ha devenido capital. Alberga mucho margen de mejora, pero ahí es insustituible.

Sebas es nuestro primer emperador (con el permiso de Pablo Aguilar) en la tierra del Sol Naciente. Con minutos contados, no los ha desperdiciado y siempre ha sumado. Un samurai encomiable que en próximas fechas copará más protagonismo.

La pareja de talentosos escoltas salidos del Ramiro ha tenido sus momentos. Darío para desatascar partidos (vital en cuartos) y Jaime en un papel un tanto más híbrido, pero sacando brillo a la lámpara contra los franceses. Ambos muy necesarios en la generación y creación de juego. Tienen el arrojo de los guerrilleros y la finura de los esgrimistas.

Del trío más novel (Parra, López Arostegui y Pradilla) hay que dignificar su valor. Jamás habían estado en una gran competición y, sin la relevancia que alcanzan en sus equipos, han cumplido de maravilla. Suyo es el presente y será el futuro.

Este equipo, con sus limitaciones y carencias, pero aflorando sus virtudes ha conseguido engancharnos y democratizar el juego. Esto es, que todos nos sintamos partícipes. Con ellos, todos ganamos y todos perdemos. No el nosotros ganamos y ellos pierden, tan nuestro.

Los que hemos jugado alguna vez, entrenado otro poco y no hemos empatado con nadie, jamás pensamos que estaríamos en el medallero. Y los que saben, si no se tiran el pisto, yo creo que tampoco. Pero esto es deporte de máximo nivel y, después de un verano donde todos nuestros chicas y chicos de formación han subido al podio, los mayores no querían quedar mal con sus hijos. Otro verano para recordar y van… Sólo un ruego a los clubs: miren hacia abajo y pongan a jugar al talento que viene. Nada te garantiza los éxitos, pero al menos los equipos tendrán identidad.