Hace más de un cuarto de siglo el que pensara que un españolito pudiera jugar con asiduidad en la NBA, no estaba en sus cabales. A un madrileño con los arrestos del caballo de Espartero, de nombre y apellido comunes, Fernando Martín, se le tomó por iluso, atrevido y quijotesco cuando cogió su petate y se echó al monte para conquistar las Américas. Incluso desde alguna esquina malintencionada le tildaban de antipatriota, pues su enlace con los “profesionales” suponía su ruptura con la selección nacional. Vivir para ver, pero es lo te descubre remover el trasero de las hemerotecas. ¡Olé tus narices Fernando!
Cuando esto escribo, no ha pasado un mes y todavía nos estamos frotando los ojos. Dos chicos altos, muy altos, de este lado del Atlántico, hermanos para más señas, han hecho el salto inicial del partido del Fin de Semana de las Estrellas. Los Gasol no son mediáticos, no son los que más camisetas facturan, ni los que más mates realizan, pero son tan, tan buenos, que Pau recibió casi un millón de votos de los aficionados en el Este, sólo por detrás de Lebron James, y Marc obtuvo casi 800 mil sufragios (quinto de su conferencia, comandada por el crack Stephen Curry), para formar parte de los quintetos de partida del All Star. Su mérito, simple y llanamente, jugar de maravilla al baloncesto. Alucinante. Chapeau.
Bueno, que me pierdo. Mucho tiempo antes de que algún político lo pregonara al viento, surgieron los primeros brotes verdes en nuestro país. Mucho tiempo antes de que alguna marca de bebidas alcohólicas lo usara como eslogan, unos cuantos locos del balón naranja asentados en la Península Ibérica ya pensaron en verde. Sí, el martes 18 de octubre de 1988 tomaban tierra en el aeropuerto de Barajas los míticos Boston Celtics para disputar la segunda edición del Open McDonald´s. Supuso la catarsis y el definitivo lanzamiento del universo NBA en España.