¿Qué se puede pensar de un técnico que la media hora inicial del primer entreno de la temporada la dedicaba a mostrar a sus muchachos cómo colocarse los calcetines y atarse adecuadamente las zapatillas? Que era un educador. Correcto.
¿Qué diríamos si su puntilloso método no estuviera reñido con los resultados al atrapar 10 campeonatos universitarios? Que contenía un ganador. Correcto.
¿Qué afirmaríamos al conocer que durante 53 años estuvo gustosamente atado a una sola mujer a la que miraba como si se hubiese enamorado esa mañana? Que era un romántico. Correcto.
¿Qué pensaríamos si después de retirado paseó su “Pirámide de Éxito” estudiada en las principales escuelas de negocios del mundo? Que era un filósofo, un adelantado a su tiempo. Correcto.
¿Qué valor adquiriría alguien elegido miembro del Hall of Fame en 1961 como jugador y en el 73 como entrenador (logro sólo compartido con los míticos Lenny Wilkens, Bill Sharman y Tom Heinsohn)? El de leyenda. Correcto.
Esto y mucho más fue John Wooden, probablemente el coach más reconocido (junto a Red Auerbach y Phil Jackson) de la historia del baloncesto. Su legado trascendió a cualquier deporte y a unas cuantas generaciones. Hacedor de equipos inolvidables, sus records escapan a épocas.
Pasen que les voy a tomar la lección.