Era de largo el mejor jugador joven de Europa cuando le firmó el Madrid.
Italiano, esbelto, esculpido, parecía salido de un anuncio de Armani. Pero
también altivo, ególatra. O así lo había catalogado el viejo capitán con solo
cinco minutos de rueda de prensa y un entrenamiento. No le había dado una
hostia de milagro.