sábado, 12 de enero de 2013

Óscar Schmidt, el tiro


Desde muy jovencito a Eric Clapton le apodaron “Mano lenta”. Con 17 años había pintadas por Londres que decían “Clapton is God”. Fundó The Cream y a pesar de sus devaneos con las drogas se convirtió en uno de los mejores guitarristas de la historia. Su “Layla”, dedicada a la entonces mujer de George Harrison, su conmovedora “Tears for heaven” en que homenajeaba a su hijo pequeño fallecido al caer desde un rascacielos en Nueva York, o su deliciosa versión acústica “Somewhere over the rainbow” del Mago de Oz, son una maravilla para los sentidos.

Maradona, amén de sus pecados fuera de los terrenos de juego que ejemplificaban todo lo que no debía ser un deportista, ganó un título mundial para Argentina rodeado de un grupo de jugadores de mediano nivel y, cojo, estuvo a punto de llevarse otro. Puso además en el mapa futbolístico a Nápoles.

Óscar Schmidt llevó el apelativo de “Mano Santa” durante toda su longeva carrera y demostró en el “País de la Bota” que el Sur también existe. Rivalizó desde Caserta con la Italia rica y poderosa representada por escuadras de Milán, Bolonia, Varese, Cantú o Pesaro. En Brasil, donde el fútbol es una religión fue de los pocos, junto a los automovilistas Ayrton Senna y Emerson Fitipaldi y al tenista “Guga” Kuerten, que logró desviar por momentos la atención del aficionado carioca a otras disciplinas deportivas distintas al fútbol. Retirado hace diez años, posiblemente ha sido el mejor tirador nacido fuera de Estados Unidos que haya pisado una cancha de baloncesto y ésta es su historia, la de las tres Tes: Talento, Trabajo y Tino.




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