Quizá éste sea un paseo por la Calle Melancolía de Sabina,
pero me apetecía darlo con uno de mis ídolos de niñez. Con el paso del tiempo
amplificas las hazañas de tus héroes, los sobredimensionas y los tomas por
dioses, aunque hayan venido después otros probablemente mejores, pero los has
hecho tuyos. Son los que te hicieron soñar despierto con mates estratosféricos,
tiros imposibles o pases con retrovisor.
A los chavales de mi época las siglas NBA nos sonaban muy
lejos. Lo que más se le acercaba eran las entonces increíbles giras que los
Harlem Globetrotters realizaban por el mundo. Recuerdo que un niño bien del
colegio pasó una temporada en Estados Unidos y volvió extasiado con un tal Julius
Erving, al que puso de moda sin que el resto le hubiéramos visto jugar. Así
cada vez que alguien hacía un arabesco en su camino hacia el aro, gritaba
“Julius”.
Como lo de las redes sociales e Internet no se lo podía
imaginar en aquellos tiempos ni Kubrick en su 2001 Odisea en el Espacio, lo
primero y más parecido al Doctor J que aterrizó por estos lares fue un negro
delgaducho de casi dos metros. Lo trajo
a San Sebastián un adelantado de este deporte, Josean Gasca, y junto a Nate
Davis y Mirza Delibasic completa mi trébol de predilectos que marcaron a una
generación entera de adolescentes de finales de los setenta y principios de los
ochenta. Pónganse cómodos porque nuestro particular viaje al pasado lo haremos
en helicóptero y tomen una pastilla contra el mareo si padecen vértigo.
Despegamos, el gran Essie “helicóptero” Hollis inicia el movimiento rotatorio
de sus hélices. Como un día le dijo a Jordi Villacampa: “comienza el
espectáculo”.