Con toda seguridad al ciudadano medio que hoy bandea la crisis no le diga nada el nombre. Al aficionado al baloncesto de nuestros días igual le suena de algo, pero habría de peinar ya canas y llevar inoculado el veneno del basket desde siempre para conocerlo. Y sin embargo, Carlos apuntaba alto en la cantera del Real Madrid, fue testigo directo desde el banquillo del alunizaje céltico en Madrid, se comió el marrón del final de la “Liga de Petrovic” y abanderó todos los equipos de EBA y Primera División en lo que participó. Nadie le ganó a una cosa: su pasión por el baloncesto. En los tiempos del “Basket Lover” no busquen más, no hubo mayor amante del deporte de la canasta. Es imposible. Y tiene una historia que merece ser contada. Pasen y lean.