Era de largo el mejor jugador joven de Europa cuando le firmó el Madrid.
Italiano, esbelto, esculpido, parecía salido de un anuncio de Armani. Pero
también altivo, ególatra. O así lo había catalogado el viejo capitán con solo
cinco minutos de rueda de prensa y un entrenamiento. No le había dado una
hostia de milagro.
jueves, 1 de noviembre de 2018
viernes, 12 de octubre de 2018
Gracias RAFA NADAL
Es la segunda ocasión que mis textos se alejan del mundo del baloncesto.
En el pasado referí mis vivencias en la San Silvestre Vallecana y, de paso, buceé
en la historia de la maravillosa de la carrera que, con suerte, este año volveré
a correr.
Con un fin de semana largo de por medio, el cuerpo me pedía acercarme en
una nota de una cuartilla a una circunstancia que no ha pasado desapercibida
para nadie, por mucho que su protagonista no lo buscara.
En los tiempos del YO, de la notoriedad, del postureo, de la apariencia,
viene un deportista de élite y ante una catástrofe que le tocaba de cerca,
abandona sus quehaceres, se calza unas botas de lluvia, agarra una escoba para
achicar agua y barro y abre las puertas de su casa. Ese es RAFA NADAL.
viernes, 21 de septiembre de 2018
¡Vamos chicas!
Me da casi igual la plaza que finalmente ocupéis o el metal que agarréis
porque a mí y a otros tantos y tantos nos tenéis esposado a la pantalla todos
los años por estas fechas. Me vale con vuestro compromiso eterno y vuestras
ganas contagiosas.
Durante meses tenemos delito. Lo asumo, os pido perdón, pero me han
soplado que como sois buena gente me sabréis perdonar. Sí, porque repartidas
por los mejores equipos de la geografía europea, apenas os hacemos caso. Con el
calor, concluye la diáspora y os reunís para que no podamos quitar los ojos del
televisor.
domingo, 19 de agosto de 2018
El fabuloso Chris Webber
Con
frecuencia, un hecho marca la carrera de un jugador. Una lesión inoportuna, una
canasta fundamental, una decisión trascendente, una declaración mediática, un
fallo irremediable… Éste es el caso de nuestro personaje. Un adolescente al que
perseguían los más reputados proyectos universitarios, una estrella en la NCAA
cuyo paso a los profesionales vino precedido por un error garrafal grabado a
fuego para siempre en los libros de historia.
Eso no
emborrona una trayectoria brillante. Nadie olvida el bienio en Michigan de los
Fabolous Five porque trascendieron a los títulos e incluso a la propia
competición que mutaron para siempre. Como tampoco ha caído en el baúl de los
recuerdos su doctorado profesional, sobresaliendo en Sacramento, al mando de
unos luminosos Kings que hicieron soñar despiertos a una generación.
Éste es el
perfecto ejemplo de jugador de calado al que los títulos no adornaron su
ingente calidad, pero al que la memoria del buen aficionado siempre viene a
rescatar. Ése mismo que citará de carrerilla el quintero de novatos que
transgredió el encorsetado panorama colegial de principios de los 90 y el que
pondrá en el pedestal del entretenimiento a los divertidísimos “Reyes”, que
desde una franquicia menor, revolucionaron el universo NBA. Hoy giramos la
mirada hacia uno de los talentos más ingentes que ha dado nuestro deporte,
Chris Webber.
miércoles, 23 de mayo de 2018
Luyk, un tío con gancho
“Hay un antes
y un después de Clifford Luyk en el baloncesto español”. La frase hay que
atribuírsela hace ya lustros a un rival y compañero, Juan Antonio Martínez
Arroyo. Para calibrar su verdadera valía podríamos echar un vistazo a su
curriculum (33 títulos), pero su importancia hay que alejarla de los fríos
números. El Madrid y la selección después, crecieron al cobijo de su alargada
sombra hasta arrimarse a la altura de los grandes, sin excusas, ni complejos.
Armado para lo grueso, dotado para lo fino, su estilizada figura guardaba las
piezas de un campeón. Respondía a la terca estirpe de jugador de ceño fruncido
que cree que lo mejor de ganar es no perder, y así contagió su espíritu depredador
a lo largo de década y media.
Socarrón,
presume de ser el mejor jugador de mus nacido fuera de la Península Ibérica.
Como las cartas sólo acierto a sostenerlas y no sé si será para tanto, indago
en las páginas amarillentas del basket para cotejar qué hay de mito en las
palabras de reconocimiento del fenomenal base de Estudiantes.
martes, 23 de enero de 2018
La Camiseta
Nadie del gran
público había oído hablar de él cuando le convocaron de urgencia con los
profesionales. “A las 11 en punto preséntate sin falta en la puerta de
jugadores”, le había comunicado su entrenador en el junior.
Recién llegado
le habían acomodado temporalmente en una pensión de confianza junto a un
argentino que se pasaba el día canturreando rap. No pegó ojo. No esperaba la
noticia. Le había costado un mundo salir del pueblo y todavía estaba cogiéndole
el aire a la ciudad. “Sólo te falta la boina y las gallinas”, le vacilaba el
que a la postre se convertiría en su mejor compañero y en su lazarillo en la
urbe.
Retraído,
tímido, era en la cancha donde más a gusto se mostraba. En el instituto pasaba
desapercibido (y disfrutaba en el anonimato). Un poco más alto de lo normal,
bastante más silencioso de lo corriente, sus notas no sobresalían de la media.
Sólo un puñado de colegas conocía que ese verano había llegado de fuera para
jugar al baloncesto en el club local.
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