Si un día la FIBA tuviera a bien establecer la capital europea del baloncesto varias ciudades podrían quedar postuladas a tal honor. En Croacia, las bellas Zagreb y Split. La moderna Tel Aviv en Israel con su Maccabi en la antigua Mano de Elías. Atenas donde mal conviven Panathinaikos y Olimpiacos. La fría y enorme Moscú donde se decía que los espectadores acudían a ver los partidos como el que iba a la ópera. Las históricas Varesse con su Ignis o Mobilgirgi, la rica Milán, la universitaria Bolonia (la “grassa” o gorda como la denominan los italianos por lo bien que se come), gobernada tradicionalmente por el Partido Comunista, Cantú o la coqueta Siena, en la bota de Italia. Badalona con su Penya, Madrid o Barcelona en la Península Ibérica. Todas ellas tienen en común tradición y títulos, con equipos que se han alzado con el cetro de campeón europeo, salvo la toscana Siena que ahora aglutina todos los trofeos del basket trasalpino.
En mi opinión, para visitar la meca del baloncesto europeo habría que viajar a Belgrado. Hace unos meses, ví por casualidad uno de los pases del entretenido programa “Españoles por el Mundo”, donde Jordi Sampietro, antiguo entrenador que había llegado allí cinco años antes, contaba que había creado una empresa Belgrado Basketball. Por esas mismas fechas, Fernando Martin, redactor de Gigantes, había profundizado en el tema con un magnífico reportaje. Jordi y su empresa lo abarcaban todo. Desde llevar a sus clientes a contemplar partidos de profesionales o de chavales, a presenciar o a participar en entrenamientos o en campus, o a dar la posibilidad a equipos de entrenar o jugar contra rivales locales. Hablaba con pasión de las canchas sagradas del Estrella Roja, Partizán o Zelenik y estimaba como incomparable el ambiente de la sala Pionir. Decía el gran José Ajero en una reciente retransmisión de partido de play offs de la NBA en Canal + que le gustaban los pabellones con “sabor a jamón serrano”, con aire de escuela añeja y olor a gimnasio de boxeo. Seguro que Jordi en su tour te muestra alguno que te transporta a otro tiempo. Basket en vena, por los cuatro costados. Históricamente la capital serbia reclamaría para sí el supuesto galardón.
Si el honor se estableciera cada año no me cabe duda de dónde iría a parar el premio en éste, a Vitoria-Gasteiz.