Año 2022 después
de Cristo y la selección española de baloncesto sigue ganando medallas.
Lo de este
torneo y este verano parece una fantasía, pero el hecho real y palpable es que,
transcurrida la Edad de Oro de los Gasoles, Navarro, Calderón, Reyes, Raúl,
etc…, España sigue en lo más alto. De aquella fabulosa hornada sólo queda un
viejo gladiador castigado, magullado. Un Rudy Fernández alejado de exhibiciones
anotadoras, pero que sigue encerando parqués en busca de balones imposibles,
limpiando carteras a los aleros más afamados del continente y enchufando
triples imposibles desde el parking del pabellón. Nadie ganó tanto con la
selección, nadie quiere seguir ganando como él. Si su cuerpo emite alarmantes
señales de debilidad, su voracidad competitiva permanece intacta.
Otro dato
pendiente de confirmación es el lugar de nacimiento del señor Scariolo, Don
Sergio. Parece que le alumbraron en Brescia, pero no en Italia como hasta ahora
se pensaba, sino en una de las calles que empiezan por B del madrileño barrio
del Parque de las Avenidas de Madrid. En cualquier caso, al engominado técnico (las
primeras canas ya le salieron entre nosotros), nadie le discute sus
habilidades. Que su coqueta imagen no distraiga al personal de su verdadero
ser: es un currante brutal que trabaja y hace trabajar a sus ayudantes hasta la
extenuación. La preparación de los partidos, su desarrollo y margen de maniobra
no son fruto de la casualidad. Hay mucho bagaje táctico detrás. Si antes miraba
los campeonatos de atrás a adelante, calcando las Bodas de Caná al dejar el
mejor vino para el final, en este Europeo ha tenido que remangarse desde el
principio y multiplicar panes y peces. Nos quitamos el sombrero con la
asignación de roles (tan importantes en el deporte moderno), las rotaciones y
la riqueza y oportunidad de las variantes tácticas y el intervencionismo
puntual durante los encuentros. Alucinante.
La pareja
Hernangómez Geuer debe estar muy orgullosa de sus cachorros. Ahora la familia
colecciona MVPs. A Willy se le caen los puntos de los bolsillos. Si atrás se le
atisban huecos, en ataque es una mina, con una buena cantidad de movimientos en
las proximidades del aro, clarividencia y determinación en las continuaciones
(nunca baja el balón y gana tiempo), buen toque y seguridad desde la línea de
personal. Tener un referente interior además conquista espacios para los
tiradores. Juancho es un todocampista, versátil y duro. Imprescindible en
defensa y el rebote, ha asumido tiros cuando queman. Y como buen actor nos
tenía pelín engañados dejando su mejor actuación para la final. De Óscar.
A Lorenzo Brown
apenas le había visto jugar. Me ha sorprendido su integración, su tranquilidad,
su capacidad de dirección y su facilidad y personalidad a la hora de anotar.
Aunque estoy absolutamente en contra de su nacionalización express
independientemente del resultado alcanzado. Ha obrado como un pedazo
profesional, superando polémicas e incluso expectativas.
Me paro y me
descubro con Alberto Díaz. No entendí cuando le cortaron y aplaudí su nueva
llamada. Otro hubiera llegado de mala gana. Él no. Todo buen equipo debería
contener un Alberto Díaz, por su comportamiento irreprochable, por el mimetismo
que transmite su coraje y su defensa y por su inteligencia (hace muy bien lo
que sabe hacer y se permite pocas aventuras). Y además toma tiros cuando debe.
Un ídolo anónimo hasta ahora, que en la temporada venidera será ovacionado en
todas las canchas, Y si no, al tiempo.
Garuba llegó
justo de preparación, con un tobillo tocado y un año de incertidumbre, pero su
fiereza atrás y su instinto para el pase y el rebote ha devenido capital. Alberga
mucho margen de mejora, pero ahí es insustituible.
Sebas es nuestro
primer emperador (con el permiso de Pablo Aguilar) en la tierra del Sol
Naciente. Con minutos contados, no los ha desperdiciado y siempre ha sumado. Un
samurai encomiable que en próximas fechas copará más protagonismo.
La pareja de
talentosos escoltas salidos del Ramiro ha tenido sus momentos. Darío para
desatascar partidos (vital en cuartos) y Jaime en un papel un tanto más híbrido,
pero sacando brillo a la lámpara contra los franceses. Ambos muy necesarios en
la generación y creación de juego. Tienen el arrojo de los guerrilleros y la
finura de los esgrimistas.
Del trío más novel
(Parra, López Arostegui y Pradilla) hay que dignificar su valor. Jamás habían estado
en una gran competición y, sin la relevancia que alcanzan en sus equipos, han
cumplido de maravilla. Suyo es el presente y será el futuro.
Este equipo, con
sus limitaciones y carencias, pero aflorando sus virtudes ha conseguido
engancharnos y democratizar el juego. Esto es, que todos nos sintamos
partícipes. Con ellos, todos ganamos y todos perdemos. No el nosotros ganamos y
ellos pierden, tan nuestro.
Los que hemos
jugado alguna vez, entrenado otro poco y no hemos empatado con nadie, jamás
pensamos que estaríamos en el medallero. Y los que saben, si no se tiran el
pisto, yo creo que tampoco. Pero esto es deporte de máximo nivel y, después de
un verano donde todos nuestros chicas y chicos de formación han subido al
podio, los mayores no querían quedar mal con sus hijos. Otro verano para
recordar y van… Sólo un ruego a los clubs: miren hacia abajo y pongan a jugar
al talento que viene. Nada te garantiza los éxitos, pero al menos los equipos
tendrán identidad.