Ni el mismo sabía por qué le llamaban así. Cuando alguien quería enterarse de dónde provenía su apodo él, hermético, encogía los hombros, miraba para otro lado y murmuraba: algún pringao me lo pondría en un partido.
Unos decían que vendría por lo pequeño, ni calzado superaba el 1,75. Otros siempre le veían botando una pelota, era su yo-yo, su amuleto particular. Vete a saber. Sobre él se contaban tantas historias que era imposible discernir las reales de las inventadas. Su amigo Rai recordaba muchas de ellas. Él no las negaba, simplemente pasaba de ellas con aire indolente.
Tímido, retraído, gastaba su tiempo en tres cosas: escuchar heavy, jugar al baloncesto y desvivirse por la Sole, su madre.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia
ResponderEliminarO no?
¿Ah? Seguro que si te fijas con detenimiento alguna vez has visto al Botón Sánchez por alguna cancha al aire libre o en el patio de un colegio. Muchas gracias Fernando.
ResponderEliminarJuanpa, los pelos como escarpias... No miento! Enhirabuena. Un abrazo desde El Calafate. Rafa
ResponderEliminarJoder, me alegro que te haya gustado. Seguro que has visto al Botón en alguna cancha municipal estos años. Vos sos un pibe extraordinario, pero no veas la envidia que me acabas de dar. Que lo sigáis pasando bien.
ResponderEliminarYo he jugado contra un tío así...
ResponderEliminarUn abrazo Juanpa
Seguro porque el Botón Sánchez ha dejado su magia en muchas canchas de cemento y en viejos pabellones. Nos tenemos que ver pronto para charlar otro ratito. Un abrazo y muchas gracias por seguirme.
EliminarBuenísimo, Juanpa! Enhorabuena
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario que no había visto y que no había respondido. Me alegro que te haya gustado y discúlpame. Un abrazo
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