jueves, 28 de agosto de 2014

Joan Creus y el milagro de Manresa


Concluyó el curso en junio con la final entre los grandes y se repartieron las notas. Al Madrid se le hizo bola la temporada. Hasta marzo, paseó su juego atractivo y desenfadado por Europa y colmó de “highlights” a sus seguidores. Aparecieron las lesiones y desde arriba se racaneó: no puso ni tiritas con interinos y los jugadores de peso llegaron con el depósito justo al desenlace de la obra. Del varapalo macabeo en Milán no llegó a restablecerse. El Barsa en cambio, tras la bofetada continental, tomó cierto aire y distancia. Marcelhino salvó el culo a Pascual (dando la razón a los que consideran las rotaciones un cuento chino) en Valencia y Navarro (qué crack, Juan Carlos devolvió la pala a los que ya le estaban enterrando) y Tomic (el mayor talento interior que pulula por Europa) tiraron de galones. El Barsa demostró y se demostró que podía con los blancos en una batalla de igual a igual, aparcando el sopor que, en ocasiones, prensa y afición le echaban en cara. A su solidez defensiva y fortaleza en la pintura añadió alegría, desparpajo y un excelso acierto exterior. El “matraco” Margall siempre ha considerado que el secreto del tiro está en las piernas y ahí pudo residir una de las muchas claves del triunfo catalán. Más allá de consideraciones tácticas, al final hay que meterla y arribaron más frescos y anotaron con más fluidez y puntería que el Madrid, que ya en sus eliminatorias previas había dejado entrever que atrás no se manejaba como en los meses precedentes. Justísimo campeón. Muy grandes, tanto que en lo más alto del cajón sólo cabe uno. 

La “justicia poética” del resultado devolvió la sonrisa a Pascual, al que su currículum plagado de títulos debería servir como escudo frente a los ataques que de continuo ponen en tela de juicio su labor. Al alabado Laso ahora le ningunean desde la planta noble de Concha Espina. Alucino. Si algunas de las decisiones o lecturas de partido del vitoriano pueden ser cuestionables, ningún entrenador desde Lolo Sainz (y han pasado unos cuántos) ha dado tanto a una sección histórica que se ha visto relegada durante años. Los aficionados merengues han vuelto en masa al Palacio, se han triplicado el número de abonos y, sobre todo, se han identificado con su equipo y su manera de jugar. Vamos, que se lo han pasado bomba. Que el Madrid ha rescatado sus señas de identidad es una evidencia. Que la gente se ha plantado en Goya como el que va al Parque de Atracciones, salta a la vista. Eso, independientemente de los trofeos que se alcancen (que nadie te los garantiza) debería cobrar una importancia capital. De momento, parece que Pablo se salva de milagro de la quema. Allá los dirigentes y sus decisiones. Los que saben de esto en el club le han defendido a capa y espada. Que la tropa se le ha soliviantado, denle mando en plaza y se acaban los caprichos y las bromas. Por ahora, el Barsa, como casi siempre, parece cobrar ventaja de cara al año venidero: las contrataciones de Satoranski, Doellman y Pleiss suenan mejor que los refuerzos blancos, aunque el “Chapu” Noccioni dará un plus de intensidad que los blancos agradecerán. Veremos. 

Al final me he liado con una reflexión sobre el presente, pero lo que quería rememorar era la historia de la mayor sorpresa que ha dado la Liga en su historia, la del Manresa y el maravilloso Joan “Chichi” Creus. Ahí va. Démosle a la máquina del tiempo.

martes, 10 de junio de 2014

El caballero Mirza Delibasic



En ocasiones no hace falta ser el que más puntos mete o el que más rebotes atrapa para marcar diferencias, ni siquiera ser nominado mejor jugador para permanecer durante años en el imaginario de la gente. Muchos extranjeros han vestido la casaca blanca del Real Madrid (Petrovic y Sabonis fueron en mi opinión los más estelares), pero ninguno (no consideremos a Brabender y a Luyk que son tan nuestros como la siesta o el aperitivo) dejó la impronta y el recuerdo de un enjuto jugador bosnio de principios de los 80. En sólo dos años se ganó el corazón y el reconocimiento de un vestuario de alcurnia y la más profunda admiración de un público abducido por un tiro de postal y unos pases oníricos.

Lunes de Semana Santa de 2014. Aprovecho la mañana y me acerco a la Biblioteca deL ESPACIO 2014 FEB para preparar nuevos relatos. Entra una persona conocida, charla un rato con Carlos, me saluda y me pregunta cortésmente qué estoy haciendo. Se lo explico, me alegra que conozca el blog y me dice que muy bien, que a seguir y se marcha. Al rato regresa requiriendo a Carlos que ha salido, así que me suelta:

- ¿En qué estás ahora?
- Con varios temas a la vez, pero estoy recabando información para hacer uno de un amigo tuyo que me apetece mucho - respondo con timidez. 
- ¿Amigo mío? - prosigue picado por la curiosidad. 
- Sí, Mirza Delibasic.

Abre los ojos como platos, resopla y deposita su enorme humanidad en una silla que se acerca.

- ¡Uff! La polla, la polla. Mirza era la polla, vocifera emocionado. Fue un antes y un después. He jugado con muchos, pero sólo pongo a Sabonis a su nivel. Y como tío era extraordinario

Ya pierdo la vergüenza y le pido al baloncestista español más grande que ha jugado en el Madrid (y hasta ahí puedo leer) que me cuente alguna cosa del monstruo. ¿Alguna? No paró, enlazaba anécdotas entre divertido y nostálgico. A la hora, ya me dijo:

- Macho, me voy que te estoy interrumpiendo y no te dejo que sigas con lo tuyo


Me despedí agradecido por la charla. Dimos vueltas alrededor del baloncesto de antes y el actual y, sin arreglar el mundo, pasamos un rato cojonudo. 

Me doy un capricho y rescato la historia de uno de mis ídolos (y el de muchos) de adolescencia, la de uno de los jugadores más distinguidos que haya dado nunca el continente europeo. ¿Se puede ser el más añorado habiendo ganado únicamente una Liga y un Mundial de Clubs en un equipo del bagaje del Madrid? Sí. Si te llamas Mirza Delibasic.

sábado, 24 de mayo de 2014

El viaje de los Telerín




Este año los Telerín no se van de vacaciones. La pasta no les llega. En septiembre lo hablaron: “O seguimos al equipo hasta donde llegue o vamos a la playa, pero todo no puede ser”. Y hubo quórum. Puestos a elegir ganó el baloncesto 4 a 0.


martes, 15 de abril de 2014

La Penya y la Liga de Moka Slavnic

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Llevaba tiempo queriéndole hincar el diente a la Penya. El bressol (la cuna) del básquet siempre me había seducido y sentía la extraña sensación del que tiene una deuda sin pagar. Me cautivaron sus uniformes, ese verde con la raya en medio siempre daba bien. Su juego alegre, desenvuelto, innegociable me llamaba la atención y su inagotable cantera nunca dejó de producir talentos, jugadores creativos (Villacampa, Montero, Raúl López), listos (Ricky Rubio), finos estilistas (José María Margall), cerebrales (Rafa Jofresa), físicos (su hermano Tomás), totales (Rudy, Mumbrú) o legendarios (Alfonso Martínez, Enrique Margall, Buscató) a los que entrenadores de la talla de Broto, Kucharski, Serra, Manel Comas, Aíto, Nolis, Julbe, Pedro Martínez, Lolo Sainz, Obradovic o Salva Maldonado un día les pusieron a jugar y allí se quedaron.

Lo “fácil” hubiera sido rascar en el contexto del vigésimo aniversario de la primera y única Copa de Europa que el Joventut guarda en sus vitrinas, pero como el tema estaría muy trillado me impuse un reto más complicado. Hacía meses, desde mi relato “Los Balcanes y el Negro”, que no escribía sobre mi admirada Yugoslavia, así que decidí repasar someramente la historia del Joventut y vertebrar un relato que uniera los dos mundos, el plavi y el verdinegro, que tuviera como colofón a un genio inaprensible e indescifrable, Moka Slavnic, que un día aterrizó para ganar la Liga.

domingo, 9 de marzo de 2014

Chicho y Epi ¡vaya dúo!


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Reza la leyenda que al gran Lolo Sainz le aparecieron las primeras canas con los quebraderos de cabeza que le dieron la pareja de marras. Esta es la historia de éxito de dos jugadores complementarios, de dos personalidades contrapuestas que convergieron en un tiempo y un lugar para cambiar la historia de nuestro deporte. Es el testimonio de que el camino hacia la élite está abierto al talento y al sacrificio diario. Iniciamos el viaje mediático al boom del basket español de los 80 de la mano (qué mano) de dos personajes fundamentales que cambiaron tendencia, que tiñeron de azulgrana un cuadro hasta entonces blanco inmaculado. Viajaron por las mejores autovías del mundo; uno pagaba a diario el peaje a toca teja a través de un esfuerzo ímprobo, el otro tenía el crédito de su ingente destreza. Uno se hizo, el otro nació jugador de baloncesto.