viernes, 15 de junio de 2012

La leyenda de El Botón Sánchez


Ni el mismo sabía por qué le llamaban así. Cuando alguien quería enterarse de dónde provenía su apodo él, hermético, encogía los hombros, miraba para otro lado y murmuraba: algún pringao me lo pondría en un partido.
Unos decían que vendría por lo pequeño, ni calzado superaba el 1,75. Otros siempre le veían botando una pelota, era su yo-yo, su amuleto particular. Vete a saber. Sobre él se contaban tantas historias que era imposible discernir las reales de las inventadas. Su amigo Rai recordaba muchas de ellas. Él no las negaba, simplemente pasaba de ellas con aire indolente.
Tímido, retraído, gastaba su tiempo en tres cosas: escuchar heavy, jugar al baloncesto y desvivirse por la Sole, su madre.