sábado, 13 de febrero de 2016

John Pinone, un americano diferente






¡Cómo hemos cambiado!, cantaba Presuntos Implicados. En tres décadas (que son más de una y más de dos) todos hemos ganado (peso), perdido (pelo), aclarado (la frente y con suerte las ideas) y asomado a la madurez (las arrugas, como el algodón, no engañan). Apenas se venden periódicos (bendito papel) porque todo está en la red. El basket ha abierto fronteras y los equipos forman un crisol de nacionalidades. 

El chavalito con la bufanda azul a dos tonos al que su padre le cuenta que hace 30 años Estudiantes pasó de animador de la Liga a serio aspirante al título, dudara de su progenitor. Cuando éste prosiga con la cantinela de que tenían a dos de los mejores extranjeros (cuando sólo se admitían dos y eran mayoritariamente norteamericanos) de la ACB, pensará que ha perdido la chaveta. 

La historia viene de largo (pero es cierta). David Russell primero, y Ricky Winslow después, constituyeron junto a John Pinone, una de de las mejores parejas de foráneos de la época. Y a su alrededor, magnetizados, crecieron exponencialmente un montón de jóvenes talentosos, descreídos y descarados que llevaron al club del Ramiro a su Edad de Oro. 

Si Russell parecía siempre preparado, impecable, para ir de cóctel a un selecto club gourmet; Pinone se acercaba más al paisano que campaba a gusto de aperitivo con sus colegas. Si David era el divo de los adolescentes, el poster de sus carpetas; John se erigía en el centro de las tertulias de los mayores, llenaba de orgullo el corazón de los aficionados de siempre. El elegante moreno apenas hablaba castellano, el blanco en meses ya chapurreaba la lengua de Cervantes. El alero irradiaba brillo, el poste desprendía alma. La exuberancia versus la parquedad.

Cuando Magariños tiene ahora más de hotel con spa que de antiguo casino de capital de provincia donde se congregaban los parroquianos entre humaredas de tabaco para disfrutar/sufrir de una tarde de baloncesto “con encanto”, regresamos a la “Era del Oso” de la mano/zarpa del gran John Pinone. Subimos al desván para desempolvar sus hazañas.



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