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viernes, 24 de diciembre de 2021

Los milagros de Navidad

 




¡Acojonante!

Anodado me hallo.

Para empezar, diré que no ví ninguno de los tres partidos y ando perplejo todavía por la hazaña blanca que he visionado al poco de levantarme. No doy crédito, aunque ayer vacilara un rato en chat de amigos poco antes del comienzo del encuentro: ¿A que gana el Madrid?, llegue a poner entre atrevido y alocado, con cierto pálpito.

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Un cuento de Navidad (de baloncesto claro)

 




Con las luces del alba irrumpieron los gritos: “¡Despertad, despertad, han llegado! Os lo dije que este año también venían. Que los Reyes son Magos y pueden con la pandemia y con todo”. Los alaridos del chaval habían despertado a padres y abuelos. Profanado el sagrado mandato, en cuanto percibió los primeros rayos de luz había abierto con sigilo la puerta del salón, asomado cauteloso el cogote y atisbado una pila de regalos alrededor del árbol. A partir de ahí, había salido en estampida hacia las habitaciones de los mayores recorriendo el largo pasillo de la casa de los abuelos, que tanto le gustaba.

La noche se le había hecho larga, en eterno duermevela. Sólo canastas imaginarias, vuelos imposibles y fantásticas asistencias, habían conseguido doblegar la vigilia a ratos. Se había acostado como cada noche víspera de Reyes excitado, sobresaltado, por la anhelada llegada de los Magos.

domingo, 25 de agosto de 2019

Paco Velasco, mi primer ídolo





Durante años su foto compartió pared de mi habitación en la sierra con algunas de las grandes estrellas del baloncesto mundial, Jordan, Magic, Sabonis, Drazen…
Su carrera profesional no tuvo la relevancia que su prometedor paso por las categorías inferiores auguraba. No me lo llegué a explicar y me fastidió, pero no por ello dejé de seguirle. Porque desde que le vi jugar en mi colegio Claret con el juvenil de San Viator y posteriormente en el Real Madrid siempre fue mi ídolo, mi primer ídolo. Y esto no se olvida.
Compartió cancha y vestuario con lo más granado de su época. Se estrenó en la primera Liga ACB que terminó como el rosario de la aurora, sufrió en sus carnes a los hermanos Petrovic en la histórica final de Atenas y cuando emigró de la Casa Blanca su salud limitó su desbordante talento y menguó su hambre y confianza.  
Sólo quité su foto cuando mi habitación (la nuestra, la de mi hermano David y la mía) pasó a ser la de mis sobrinos en verano y el paisaje cambió y desaparecieron mis héroes de la canasta. Me queda su formidable recuerdo, que hoy escarbo gracias a un cúmulo de casualidades. Así que éste es mi homenaje y ésta es su historia. La de Paco Velasco.


lunes, 25 de marzo de 2019

Luis Scola, El último mohicano





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Luis Scola es el triunfo de la simplicidad, el talento y el esfuerzo.
“Me vale cualquier canasta que pase por la red. Los puntos que más me gustan conseguir son los menos complicados”. Dicho así en Gigantes hace muchos años es verdad, pero a medias. Cierto que Luis nunca fue un asiduo de los high lights y siempre rehuyó los alardes pirotécnicos. Si le pones un coche a dos metros de canasta lo arrancaría para conducirlo, jamás pensaría saltarlo y destrozar el aro con un mate. Las volcadas nunca fueron lo suyo, aunque los dos últimos partidos de los célebres Juegos Olímpicos de Atenas se clausuraron con dos capones de la criatura. Pero al hijo de Don Mario siempre se le cayeron los puntos de las manos, Su insultante facilidad para ver cesta venía amparada en un despliegue exuberante de recursos técnicos (su maravilloso juego de pies, su manita para atinar tiros frontales o embocar lanzamientos a tabla o su olfato para el rebote).
Al cóctel habría que añadir una capacidad de trabajo desmedida (el protagonista compraría esa como su mejor virtud), “jamás la vi en nadie” – recalca Sergio “Oveja” Hernández- y una ambición inagotable para completar un jugador legendario.
Conozcamos al pibe que nos mostró que hay vida más allá de los mates y los triples. Luis siempre sobrevivió y se gobernó desde el talento y su eterna mirada a los fundamentos, la concentración puntillosa del maquetista por los detalles, el instinto y el espíritu inasequible al desaliento. Nada sofisticado en su juego, sin un gramo de trivialidad, nunca disparaba de fogueo. Si Manu Ginobili fue el mejor jugador que ha parido Argentina; no lo duden, Luis Scola es el máximo representante de la casaca albiceleste. Cierto día cuando apenas el chaval se afeitaba, el maestro Leon Najnudel ya le aventuró su futuro a Julio Lamas: “Será el mejor cuatro de la historia del baloncesto argentino y jugará en la NBA”. Así que abramos la puerta a su grandiosa historia.

jueves, 31 de marzo de 2016

Chapu Nocioni, corazón de león



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Finales de septiembre de 2014. Supercopa de Vitoria. El Madrid se alza con el primer título de la temporada frente al Barsa. La periodista de TVE pide paso a pié de pista. “Enhorabuena, venir al Madrid y ganar”. “Contento, pero yo he venido para ganar la Euroliga” (primera declaración de intenciones sin tapujos). “Mi rol en este equipo es diferente. El que se tiene que adaptar soy yo”, continua con modestia. Las palabras no suenan huecas, las pronuncia un campeón olímpico, un subcampeón mundial con larga andadura en la NBA. 

No se esconde, no da un paso atrás, jamás duda, identifica el objetivo. Auténtico, descarnado, frontal. “Valía la pena discutir con él, aunque sólo fuera por los abrazos del oso que luego te daba” (Sanchón, uno de sus anclas en Gasteiz).

Si le ponen una falda a cuadros y un hacha da en papel protagonista de Braveheart. Si le colocan en medio de la selva y ruge, acojona a un león. Ningún Papa le encargaría pintar la Capilla Sixtina, pero todos le llamarían para la defensa del Estado Pontificio. Es un mito en su país, un Dios en Vitoria, un icono en Madrid. Es, el “Chapu” Nocioni, sin conservantes ni colorantes. Irremplazable. 

lunes, 6 de julio de 2015

Elmer Bennett, un americano con txapela

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“No me cambiaría por un jugador de la NBA. Me gusta la vida en España, mis dos hijos han nacido en Vitoria y este tipo de baloncesto me va más. Allí todo es más individual”. Al “hereje” que se manifestaba de esta guisa, le costó 5 años de sinsabores y probaturas darse cuenta de que su sitio (incomprensiblemente) no se encontraba entre los profesionales USA. “En la NBA hay 20 jugadores de un nivel altísimo, el resto son iguales. Todo depende de si tienes suerte y encuentras un lugar adecuado”, remarcaba. El lustro sólo le había dado para 21 partidos con 4 zamarras diferentes (Cleveland, Phildelphia, Houston y Denver) de la mejor competición mundial hasta que dio el salto a la vieja Europa. 

El siempre atento Alfredo Salazar había reparado en el base rápido, cerebral y anotador que había llevado (junto a dos históricos ACB, Rod Mason y Shelton Jones) a los Olkahoma City Cavalry hasta el campeonato CBA la temporada 96-97. A la que pudo, siguió los consejos de Mason “además de gran jugador, es buena persona. Imposible que os dé problemas” para traerlo a Vitoria, en una maniobra que cambiaría el devenir de la franquicia de la capital vasca. En unos días a Elmer Bennett pasarían a nombrarlo “Benito”, en unos meses la Plaza de la Virgen Blanca se acostumbraría al bullicio feliz de sus gentes, que de continuo la poblaban para celebrar orgullosos los triunfos y títulos de uno de los emblemas de la ciudad, su Baskonia. 

La estancia en Gasteiz se prolongó 6 maravillosos años. Después emigró al Madrid, en una tormentosa época para el Real, impartió magisterio en la emergente Penya y salvó de los infiernos al Caja San Fernando a orillas del Guadalquivir. 11 temporadas de uno de los mejores y más rentables americanos que han pasado por aquí, de los que de verdad dejaron poso. Nunca una lesión en el cuello (lo que le descartó aquel verano para el Olympiakos) nos resultó tan sana.