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martes, 25 de febrero de 2020

Los Sagi-Vela, una saga de Baloncesto







SAGI-VELA. Es pronunciar el apellido y asociar y separar las sílabas: BA LON CES TO. Te imaginas un aro del que cuelgan unas redes desvencijadas, te llega el sonido lejano de un balón botando, huele a linimiento, a sudor, sientes el relente de la Nevera o el Magariños y haces hambre para el aperitivo en la mañana del domingo cerca del Palacio de los Deportes. Cinco Sentidos (como mi restaurante de referencia en “el Foro”) te conducen a una canasta.
Nos trasladaremos al Madrid guapo, en pleno Viso. Partiremos en el histórico colegio Maravillas, rodearemos la “Plaza de los Delfines” (en realidad es la de la República Argentina, pero no la conocen por tal ni los taxistas) y nos abrigaremos para entrar en territorio estudiantil, allá donde “residieron” las musas de Lorca o Dalí. Andando el tiempo, rescataremos un deporte amateur de otra época, de cemento, intemperie y tableros de madera. Abriremos el frigorífico de La Nevera y pisaremos alguna tabla hueca del Magariños. Sí, hoy España es nuevamente Campeona del Mundo y han pasado algunos años desde que el alquimista Pepu Hernández pronunciara las sílabas mágicas. El doble milagro exhorta a los brillantísimos protagonistas actuales, pero al deslumbrante edificio le cimentaron sus primeras piedras, hace más de medio siglo, animosos jugadores de talento que tenían y veían en su deporte más una maravillosa diversión que una profesión.
Para los que ya peinamos canas sólo contextualizamos el rimbombante apellido alrededor de unos aros y una pelota. La estirpe tiene su historia y habrá que contarla. 

domingo, 22 de mayo de 2016

Raúl López y la lámpara maravillosa





La proclama de Charly Sainz se antoja el eslogan de una cerveza 0.0: “Sin lesiones y sin Pau Gasol, hubiera sido el mejor jugador de la historia del baloncesto español”. Las palabras de Sergio Scariolo suenan a declaración de amor de las de antes, a rendición en toda regla: “Han pasado 16 años desde que entrevisté a un niño de 19 para llevarlo a mi equipo, y sigo pensando lo mismo… que era el mejor”.

Hablamos del genio de la lámpara maravillosa, del faro que de inicio alumbró a una generación irrepetible, del base puro más completo y clarividente que haya dado nuestro basket. Hablamos de un alquimista de sueños, de exquisito caviar para los más exigentes paladares. Hablamos de talento puro, sin cortar. Hablamos de un perfume embriagador, mimético que durante casi dos décadas ha atraído por igual a entrenadores exigentes, compañeros hechizados y aficionados enamorados. Oro molido a granel. Hablamos de Raúl López. Pidan tres deseos, cierren los ojos y hablemos pues. 

lunes, 6 de julio de 2015

Elmer Bennett, un americano con txapela

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“No me cambiaría por un jugador de la NBA. Me gusta la vida en España, mis dos hijos han nacido en Vitoria y este tipo de baloncesto me va más. Allí todo es más individual”. Al “hereje” que se manifestaba de esta guisa, le costó 5 años de sinsabores y probaturas darse cuenta de que su sitio (incomprensiblemente) no se encontraba entre los profesionales USA. “En la NBA hay 20 jugadores de un nivel altísimo, el resto son iguales. Todo depende de si tienes suerte y encuentras un lugar adecuado”, remarcaba. El lustro sólo le había dado para 21 partidos con 4 zamarras diferentes (Cleveland, Phildelphia, Houston y Denver) de la mejor competición mundial hasta que dio el salto a la vieja Europa. 

El siempre atento Alfredo Salazar había reparado en el base rápido, cerebral y anotador que había llevado (junto a dos históricos ACB, Rod Mason y Shelton Jones) a los Olkahoma City Cavalry hasta el campeonato CBA la temporada 96-97. A la que pudo, siguió los consejos de Mason “además de gran jugador, es buena persona. Imposible que os dé problemas” para traerlo a Vitoria, en una maniobra que cambiaría el devenir de la franquicia de la capital vasca. En unos días a Elmer Bennett pasarían a nombrarlo “Benito”, en unos meses la Plaza de la Virgen Blanca se acostumbraría al bullicio feliz de sus gentes, que de continuo la poblaban para celebrar orgullosos los triunfos y títulos de uno de los emblemas de la ciudad, su Baskonia. 

La estancia en Gasteiz se prolongó 6 maravillosos años. Después emigró al Madrid, en una tormentosa época para el Real, impartió magisterio en la emergente Penya y salvó de los infiernos al Caja San Fernando a orillas del Guadalquivir. 11 temporadas de uno de los mejores y más rentables americanos que han pasado por aquí, de los que de verdad dejaron poso. Nunca una lesión en el cuello (lo que le descartó aquel verano para el Olympiakos) nos resultó tan sana. 

martes, 15 de abril de 2014

La Penya y la Liga de Moka Slavnic

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Llevaba tiempo queriéndole hincar el diente a la Penya. El bressol (la cuna) del básquet siempre me había seducido y sentía la extraña sensación del que tiene una deuda sin pagar. Me cautivaron sus uniformes, ese verde con la raya en medio siempre daba bien. Su juego alegre, desenvuelto, innegociable me llamaba la atención y su inagotable cantera nunca dejó de producir talentos, jugadores creativos (Villacampa, Montero, Raúl López), listos (Ricky Rubio), finos estilistas (José María Margall), cerebrales (Rafa Jofresa), físicos (su hermano Tomás), totales (Rudy, Mumbrú) o legendarios (Alfonso Martínez, Enrique Margall, Buscató) a los que entrenadores de la talla de Broto, Kucharski, Serra, Manel Comas, Aíto, Nolis, Julbe, Pedro Martínez, Lolo Sainz, Obradovic o Salva Maldonado un día les pusieron a jugar y allí se quedaron.

Lo “fácil” hubiera sido rascar en el contexto del vigésimo aniversario de la primera y única Copa de Europa que el Joventut guarda en sus vitrinas, pero como el tema estaría muy trillado me impuse un reto más complicado. Hacía meses, desde mi relato “Los Balcanes y el Negro”, que no escribía sobre mi admirada Yugoslavia, así que decidí repasar someramente la historia del Joventut y vertebrar un relato que uniera los dos mundos, el plavi y el verdinegro, que tuviera como colofón a un genio inaprensible e indescifrable, Moka Slavnic, que un día aterrizó para ganar la Liga.

viernes, 26 de octubre de 2012

La vuelta de Don Alejandro




Otro a sus años (aunque no lo crean va a cumplir 66 tacos) y con su pasta estaría disfrutando de un cómodo retiro, viendo los toros desde la barrera, pero al señor García Reneses le va la marcha, tiene la droga del basket metida en el cuerpo y ha retornado a las canchas a orilla del Guadalquivir, tras un maquiavélico fichaje, con la salida en verano de Joan Plaza hacia Kaunas y el presumible ascenso de su segundo, el muy válido Diego Ocampo. Al final, o quizá calladamente desde el principio, la junta directiva sevillana decidió que el madrileño ocupara el banquillo cajista este año. Vuelven los caramelos de miel y limón a la ACB.
                                                           
Así  que como estamos de enhorabuena repasaré la trayectoria del que sin duda ha sido el mejor y más innovador entrenador español de baloncesto los últimos treinta años. Sí, antes de que lo diga nadie, ya sé que no ha ganado la Copa de Europa, pero es el más laureado (con el permiso de Lolo Sainz) de los técnicos españoles de la época, a unos cuantos cuerpos del resto.

viernes, 3 de agosto de 2012

Coach Obradovic, el coleccionista




El tiempo da y quita razones y veinte años es plazo más que suficiente para analizar la trayectoria de un profesional. La historia de Zeljko Obradovic da mucho de sí, tanto como el guión de una buena película en Hollywood. Tiene éxito, muchas horas de trabajo y una pizca de suerte.

Transcurridas dos décadas la opinión generalizada le sitúa como el mejor entrenador del baloncesto europeo actual, pero tirando de hemeroteca el serbio podría echarse unas risas con las críticas que sobre su trabajo se han vertido.

Como de todo hay, trataré de ser lo más riguroso posible con los hechos e ir dando una visión subjetiva (lo más objetiva posible) del personaje.